MAME
Patrick Dennis no existe. Ya quisiera él. Ya quisiéramos todos habernos llamado así, haber tenido semejantes experiencias vitales, haber heredado la fortuna que heredó y que esa fortuna -así como su guardia y custodia- hubiera tenido que ser administrada por su única pariente viva. La extravagante, seductora, sofisticada, inconsciente, vitalista, valiente, temeraria, divertida, excéntrica, aventurera y encantadora tía Mame!
Siento decirlo, pero ese chico de diez años con sus bombachos y su trompeta desafinada solo existía en la imaginación de Edward Everett Tanner III, un escritor de Chicago que decidió ocultar su verdadera identidad tras el nombre del protagonista de su novela más famosa. Aunque tenemos que decir que la vida del propio Edward no debió ser mucho menos interesante que la de su alter ego.
Así como su dicotómico nombre, su vida también se dividía en dos: la del exitoso autor, amante y respetado esposo y padre de clase acomodada, y la del travieso bisexual amante de las juergas extremas y las aventuras al límite. Todo un personaje que no solo se ocultó tras dicho seudónimo, también firmó alguna novela con la identidad femenina de Virginia Rowans. No se puede negar que elegía alias con glamour.
A pesar de haber publicado uno de los mayores bestsellers norteamericanos, Auntie Mame, an irreverent escapade (1955) así como otras obras de semejante acogida como su secuela, Around the world with Auntie Mame (1958), Edward o Patrick, como prefiráis -que asimismo fue autor de la pieza que inspiró el célebre musical “Little Me” sobre la vida de su querida y vieja amiga Belle Poitrine- también probó el amargo sabor de la decadencia. Cuando ya nadie recordaba sus éxitos el banco sí le recordaba sus deudas, y como la mismísima tía Mame no tuvo más remedio que cambiar de vida y abaratar los costes de su lujuriosa existencia. Así se convirtió en mayordomo de un millonario en los años setenta -ocupación tras la que se volvió a agazapar bajo un nuevo seudónimo- y en los últimos años de su azarosa vida, y antes de morir prematuramente por un inoportuno cáncer de páncreas, se le vio entregado a la causa gay en el Village del Nueva York de la era hippy. ¿Es que nadie piensa escribir una novela sobre la vida de este personaje?.
No sabemos si alguna vez alguien lo hará, pero lo que sí sabemos es que a los meses de la publicación de su bestseller La Tía Mame se convirtió en obra de teatro, y un par de años después y tras el éxito de ésta, la Warner Bross compró los derechos para llevarla al cine con Rosalind Russell como protagonista, que continuó extendiendo la fama de esta divertida historia.
En 1962 otra de las novelas de Dennis, la citada Little Me, se adaptaba a un musical con partitura de Cy Coleman y dirección de Bob Fosse protagonizado por Sid Caesar, y tal vez esa fue la mecha que encendió la idea de los productores de hacer lo propio con las aventuras de la frívola tía y su simpático sobrino.
Los autores Jerome Lawrence y Robert Edwin Lee se pusieron manos a la obra para escribir el libreto, mientras que un joven compositor llamado Jerry Herman se encargaría de la partitura. Haber cosechado uno de los mayores éxitos de Broadway dos años antes con “Hello Dolly” lo acreditaba como el perfecto padre para las músicas y letras que acompañarían las aventuras de esta otra heroína. En principio se pensó en una figura consagrada como Mary Martin para asumir el papel principal, también se barajó la posibilidad de que lo hiciera Judy Garland, pero nadie daba un dólar porque la diva se presentara puntual y sobria a cada función. Así que tras muchas deliberaciones, el que en un principio iba a llamarse My best girl se estrenó en 1966 como “Mame” protagonizado por una actriz británica más conocida en el cine pero que ya había dado sus primeros pasos en el teatro musical, aunque con uno de los mayores fracasos de aquel momento.
Tras el fiasco de “Anyone can whistle“, de Stephen Sondheim, Angela Lansbury pensaba que su carrera musical llegaba a su fin, y sin embargo no hacía más que empezar. Literalmente “Mame” abrió una nueva ventana -o mejor un arco de triunfo- en la vida de la actriz, que a partir de ese momento no se volvió a bajar del escenario, su gran y principal pasión. Aunque la llamaran mucho el cine y la televisión (no podemos olvidarnos de su popularísima Mrs. Fletcher de “Se ha escrito un crimen”) en su futuro, y gracias a aquella locuela con el pelo a lo garçon, la esperarían papelones del nivel de la Mama Rose de “Gypsy“ o la Mrs. Lovett de “Sweeney Todd“.
Así que con una historia tan divertida y colorista, con unas canciones de primera categoría al mejor estilo Herman, con la Lansbury encabezando póster, con secundarios de lujo como la desternillante Beatrice Arthur (Vera Charles, para muchos el mejor personaje de la función) y con un vestuario, escenografía y coreografías de lujo total, el show se situó en el pódium de la comedia musical de la década de los sesenta. Es fácil imaginar que el paso siguiente tenía que ser su viaje de vuelta a la gran pantalla, esta vez en clave musical.
Ocho años después del estreno en Nueva York y tras prolongar su éxito en Londres (con Ginger Rogers en una de sus últimas apariciones en escena) el mismo director, Gene Saks, se encargó de llevar al cine esta pieza que, aunque tuvo gran acogida en su momento, jamás llegó a igualar la del musical. Y aunque cueste creerlo, en cierto modo fue culpa de la elección de la protagonista. Lo que suele suceder, aunque Angela Lansbury ya tenía experiencia de sobra en el cine, el estudio puso como condición para hacer esta costosísima película que la protagonizara una estrella de las grandes.
Fue entonces cuando apareció Mame, perdón, Lucille Ball, con su voz cazallera, con un filtro que casi impedía ver sus ya maduros rasgos pero con un encanto y una gracia que nadie más que la pelirroja podía dar al personaje en la gran pantalla. A su lado el magnífico Robert Preston (Victor/Victoria, The Music Man) como su esposo el multimillonario sureño Beauregard Jackson Pickett Burnside, y de nuevo Bea Arthur repitiendo el papel de la legendaria actriz de imposible- y falso- acento británico Vera Charles. La química que había en la pantalla entre la Lansbury y la Arthur se trasladó a la perfección al cine protagonizando ambas algunos de los mejores momentos de la cinta. Ese “Bosom buddies” (Amigas inseparables) es uno de los números más divertidos del show así como una de las escenas más desternillantes de la película, sin desdeñar para nada el catastrófico debut en el teatro con la pobre Mame colgada de una luna de cartón sobre el escenario.
Y no te cuento más, corre a verla, porque aunque no se pueda considerar una de las mejores películas musicales -y me duele en el alma admitirlo- conserva toda la gracia, el encanto y el joie de vivre que debe tener una comedia musical como dios manda, de esas que cuando acaban queremos ponernos a bailar por paredes y techos emulando a nuestro adorado Astaire. De esas que nos insuflan ganas de vivir, de abrir nuevas ventanas y puertas, de celebrar fiestas solo por ser hoy y estar aquí, de recorrer el mundo sin un centavo y de reírnos de nuestra sombra y de la de todos los demás. Y eso, queridos míos, tal y como están las cosas, sencillamente ¡no tiene precio!
MÚSICA Y LETRAS: Jerry Herman
Existe el cd de audio del musical por el reparto de Broadway con Angela Lansbury y también el de la película con Lucille Ball.
También están en DVD las DOS versiones cinematográficas: “Ante todo mujer” del musical con Lucille Ball y “Tía y mamá” de la obra de teatro con Rosalind Russell. En ambos casos, en España se editaron en formato 4:3 siendo panorámico, con lo que en una televisión panorámica se verían con columnas negras a los lados y franjas negras arriba y abajo, que habría que usar el zoom para ver medianamente bien.
Para terminar unos videos:
el tema principal con Ginger Rogers en Londres, 1969
https://www.youtube.com/watch?v=m4qyRaHYeus
Angela Lansbury y Bea Arthur en los Tony de 1987 cantando “Bosom buddies”
y un trailer de la película
Lamentable las dos ediciones en dvd que existen en España, sin mejora anamórfica ni extras.
Me extraña que Angela Lansbury no protagonizase la película, porque acaba de tener un triunfo rotundo en cine con “La bruja novata”, hubiera estado genial.
Pienso que Lucille Ball estropeó las canciones con su mediocre voz, en cambio como actriz me parece muy simpática, supongo que el público de la época pensó algo parecido al verla. Ella nunca fue una “diva” del musical, de hecho siempre se le dobló la voz en los musicales que hizo en los años 40.
Gracias por el artículo.
Totalmente de acuerdo con las infumables ediciones en DVD de las dos películas.