Presiones, chantajes y cerrazón de mentes
Os anunciamos que en los PROMS de Londres, este año 2018 se va a rendir homenaje a Leonard Bernstein por partida doble, con dos de sus musicales “ON THE TOWN” y “WEST SIDE STORY“, habiéndose anunciado que en éste último sería Sierra Boggess quien interpretaría a la puertorriqueña María, como ya hiciese en unos PROMS anteriores, pero en esta ocasión, presiones de grupos de actores alegando que darle a ella el papel restaba posibilidad de lucirse a sopranos latinas hizo que Boggess declinase participar en el evento y todavía no se ha hecho público quien la reemplazará.
Me parece vergonzoso cómo con excusas tan peregrinas, los sindicatos de actores pueden cuestionar las decisiones de un director o productor que apuesta por determinada elección arriesgando su dinero y puedan presionar a actores y actrices que temiendo la polémica prefieren renunciar, ovidando que de ser así Laurence Olivier no hubiera podido interpretar a “Otelo, el moro de Venecia” o Madonna a la argentina Eva Perón, por citar dos ejemplos.
¿Habría que acusar a Meryl Streep por aceptar los papeles de “Memorias de África”, “La decisión de Sophie” o “La dama de hierro” por haberle robado su oportunidad a actrices danesas, polacas o inglesas?. Un poquito de conocimiento, por favor.
Me vienen a la cabeza casos de presiones realmente flagrantes llevadas a cabo por la prensa o los sindicatos de actores:
En 1988 Andrew Lloyd Webber quiso llevar “El Fantasma de la Ópera” a Broadway, con el mismo reparto que la estrenó en Londres pero el sindicato americano se negó a que la protagonizara Sarah Brightman, que no era conocida en Estados Unidos y no les parecía razón suficiente que fuese la esposa del compositor, pretendiendo imponer a una actriz americana. Cameron Mackinstosh y Lloyd Webber productores del musical se negaron y cancelaron el estreno hasta que el sindicato claudicó con la condición de que el siguiente musical de Lloyd Webber lo protagonizase una actriz americana y así fue como Sarah Brightman estrenó en Broadway en 1988 y Ann Crumb estrenó en Londres en 1989 “Aspects of love“.
En 1991 Cameron Mackintosh volvía a Broadway con Jonathan Pryce actor de la Royal Shakespeare Company que la había estrenado en Londres “Miss Saigon” interpretando a un oriental, pero de nuevo los sindicatos volvieron a argumentar que Pryce no era conocido en USA y quisieron imponer para el papel a un actor oriental americano, pero Mackintosh que ya se sabía la lección y con la confianza de una venta anticipada brutal canceló el estreno en Broadway hasta que aceptaran su reparto y finalmente Jonathan Pryce la estrenó consiguiendo el Tony al mejor actor en un musical por su papel.
En 2010 un periodista a raíz del estreno de “Promises, promises” publicó un artículo diciendo que resultaba difícil de creer a Sean Hayes en el papel de un heterosexual cuando era conocida su homosexualidad, saliendo su compañera de reparto Kristin Chenoweth en defensa de la gran profesionalidad y valía como ACTOR de su compañero. Por el contrario aún recuerdo comentarios de gente que no podía creer que Neil Patrick Harris , famoso por su personaje de mujeriego empedernido en la serie “Cómo conocí a vuestra madre”, declarase abiertamente ser gay. Unos decepcionados porque no se creen a un actor y otros por habérselo creído.
Me viene a la cabeza otro caso curioso cuando le dijeron a Whoopi Goldberg que no podía interpretar a Cleopatra por ser negra, a lo que la actriz manifestó que si la original y genuina Cleopatra, “por lo que se sabe” era egipcia, tenía pocos números para haber lucido piel blanca y tener ojos violeta como Elizabeth Taylor, pero eso nadie lo cuestionó en su momento. Hemos visto a Harvey Fierstein interpretando a una mujer en “Hairspray” o a John Legend cantante de color protagonizar “Jesucristo Superstar” y es raro por qué en ocasiones se aceptan unos “cambios” y en otras no.
Hay que tener en cuenta que son actores y actrices que interpretan un papel y ahí está su trabajo en hacernos creíble su personaje más allá del color de su piel, de su lugar de nacimiento, de su tendencia sexual o de la edad que representen en escena por más que sepamos los años reales de quien lo interprete, ya es elección del público si logra creerse el personaje y no ve en la actuación rastro ni sombra del actor o sencillamente decide aceptar a Ted Neeley interpretando con 74 años a Jesús, que según las escrituras fue crucificado a los 33 años.
Ha llovido mucho desde que Al Jolson tuviera que pintarse la cara y manos de negro para interpretar “El cantor de jazz” y ya pudimos ver películas como “Porgy and Bess” o “Carmen Jones” interpretadas por actores de color, musicales protagonizados sólo por cantantes de raza negra como “Dreamgirls” o “Shuffle along“, por no hablar de otros musicales como “The Wiz” donde tomando la historia de “El mago de Oz” hicieron un musical donde todos los actores eran negros.
En ese sentido el público hispano estamos mucho más abiertos que el americano y no está mal ser capaces de imaginar y distinguir entre el actor y su personaje, así hemos aceptado a Blanca Portillo interpretando a Segismundo en “La vida es sueño” o a Ismael Merlo interpretando a Bernarda Alba por poner dos ejemplos y Lin-Manuel Miranda ha roto una lanza en favor de la diversidad cuando en “Hamilton” ha confiado el papel de dos presidentes de Estados Unidos George Washington y Thomas Jefferson a dos actores negros.
¿Hasta qué punto hay que ceder a las presiones interesadas de determinados grupos? o como me dijo una amiga una vez “¿Qué pasaría si se quisiera hacer una obra donde todos los personajes son negros como “El color púrpura” pero interpretada por actores blancos o caucásicos, para entendernos?”. En fin, basta ya de presiones, chantajes y cerrazón de mentes.
¡Tienes toda la razón, estamos en unos momentos donde todo tiene que ser políticamente correcto por narizes… y no siempre debería ser así!… Personalmente creo que en los musicales lo mas importante es la voz, el baile y la calidad del actor/actriz… la raza o la etnia o donde haya nacido a mi me da exactamente igual.
Saludos.
César.
Totalmente de acuerdo.