Margaret Mitchell sólo escribió una novela en toda su vida y con ella ganó entre otros, el Premio Pulitzer en el año 1937. Esta historia centrada en Scarlett O’Hara, una joven caprichosa y malcriada, que va a ver como la llegada de la Guerra Civil le cambia la vida por completo, si bien nunca deja de ser la manipuladora capaz de cualquier cosa para conseguir sus propósitos.
David O’Selznick compró los derechos para llevarla al cine y esperó hasta que Clark Gable estuviera disponible, porque para él era el único Reth Butler posible. Algo más difícil fue la elección de la actriz que encarnase a Scarlett audicionaron más de 1400 mujeres, entre ellas las más populares actrices del momento que lucharon por conseguir el papel más importante de sus vidas. Desde Jean Arthur a Tallulah Bankhead, Susan Hayward, Paulette Godard o Lana Turner, aunque finalmente la elegida fue Vivian Leigh, algo bastante criticado por los que no veían bien que un personaje tan americano, lo interpretase una actriz inglesa. Ya ha llovido mucho desde entonces y esa queja hoy sería motivo de mofa.
Pensar que esta película tiene más de OCHENTA AÑOS y luce tan espectacular me sigue maravillando. Han corrido ríos de tinta de todos los problemas, cambios de directores, actrices que recurrían a ensayar con otros directores a espaldas de la productora, pero lo cierto es que al final todo sumó y gracias a las cámaras que se utilizaban en la época y a la restauración que se hizo, hoy luce con todo su esplendor.
Frases como “A Dios pongo por testigo de que nunca volveré a pasar hambre”, “Después de todo, mañana será otro día” o “Francamente, querida, me importa un bledo” siguen sabiendo a gloria. Y la excelente partitura de Max Steiner subraya magníficamente toda la película.