Quentin Tarantino me sorprendió con este guion de historias aparentemente inconexas, hasta que van cobrando sentido a medida que avanza la acción y desemboca en ese magnífico final, que cierra el círculo de forma brillante.
El director sorprendía filmando escenas exageradas y violentas, incluso desagradables -para mi, quizá para otros divertidas- como la reanimación de Uma Thurman o el pelo ensortijado de Samuel L. Jackson, perlado de partículas del cerebro de alguien que terminan de asesinar.
Tarantino ha ido decepcionándome con el paso del tiempo y lo que fue original al atreverse a cambiar la historia en “Malditos bastardos”, me molestó que lo repitiese en “Érase una vez en Hollywood”, haciendo que los muchos que no sepan quien era Sharon Tate o Hitler salgan del cine con la “verdad” que les ha contado Tarantino. Me pasa como con Disney que cambia las historias.