LOS HOMBRES NO MIENTEN
Hace mucho tiempo que no acudía al teatro a ver una obra de Arturo Fernández. Haciendo memoria, debo retroceder en el tiempo a títulos como “La muchacha del asiento de atrás” con Victoria Vera y “Homenaje”, ambas de Bernard Slade, que estrenara en su momento en teatro y llevara al cine mi idolatrado Jack Lemmon, pero casi debo remontarme 30 años atrás, superada la época del “destape”, donde hasta Arturo Fernández se atrevió a ofrecer un desnudo integral de espaldas, para sorpresa y cuchicheos de su público.
Me gustó poder acudir a la rueda de prensa que dio la semana pasada en el Olympia de Valencia, donde en algunos momentos nos dejó ver a la persona, lejos de su personaje que repite en cada nueva comedia, para deleite de su público.
Cuando le pregunté sobre sus inicios en cine, interpretando hasta SEIS películas diferentes en un mismo año, confesó que en sus inicios cuando no había televisión, la fama te la daba el cine y desde el principio, su meta fue ganar el dinero suficiente, para poder montar su propia compañía de teatro, ya que el cine le aburre, pues necesita muchas horas de rodaje, repitiendo lo mismo cientos de veces, para una toma que luego igual dura segundos en pantalla, mientras que el teatro le hace estar vivo y despierto, además de ser un lujo trabajar cada día de 7 a 10 de la tarde.
En sus declaraciones comentó que el personaje de su nueva comedia “LOS HOMBRES MIENTEN“, en el original no es un multimillonario, pero él lo ha cambiado porque le apetecía sentirse muy rico, a lo que le pregunté hasta qué punto le dejan modificar el argumento, para crear el personaje que su público espera de él, siempre en alta comedia, a lo que me confesó que la primera obra que produjo con su compañía fue “DULCE PÁJARO DE JUVENTUD” de Tenesse Williams y que su interpretación fue alabada por la crítica de Madrid y de Barcelona, ganando incluso el Fotogramas al Mejor Actor de Teatro, pero el público no acudió al teatro.
Volvió a insistir con otro drama en “¿Quién soy yo?”, obra de Joaquin Calvo Sotelo, en la que llegaba a interpretar a un ser que tenía una relación con la mujer de su propio hijo, pero el público también le dio la espalda. Arturo Fernández comentó que todos los actores, al principio quieren hacer textos dramáticos, porque son los más fáciles y agradecidos, pero hay que saber escuchar al público y darle lo que espera de ti.
En esta ocasión, con “LOS HOMBRES NO MIENTEN “, cuyo título original es “L’illusion conjugal” (La ilusión conyugal), nos presenta una comedia en la que no se hace mención alguna a la fortuna del protagonista, pero lo intuimos por la lujosísima casa en la que vive, con lo cual no traiciona el texto original, aunque no sé si el par de referencias a las múltiples operaciones de cirugía estética de su mujer, serán “postizos” para justificar la clara diferencia de edad entre ambos, aunque ya nos gustaría a muchos llegar a los 84 años del actor, con su apariencia y autonomía.
El conflicto que plantea la obra es válido para cualquier país y estrato social, ya que habla de la fidelidad dentro del matrimonio, y estalla cuando la esposa se atreve a destapar la “caja de los truenos” y preguntar a su marido con cuántas mujeres le ha sido infiel.
Tres únicos actores, Arturo Fernández, el marido, Sonia Castelo, la esposa y Carlos Manuel Díaz, el amigo. Fernández dirige la obra, a sus compañeros y a sí mismo, porque es quien conoce mejor que nadie el personaje y tipo de comedia que su público espera de él y la sabe “vestir” con el lujo y glamour que le es habitual.
La obra ganó el Premio Moliere al Mejor texto de Comedia del 2010 en Francia y realmente está muy bien escrita, manteniendo la intriga durante dos horas ininterrumpidas, ofreciendo ese guiño final del actor/director, rompiendo la cuarta pared, dirigiéndose directamente al público para preguntarles si se han planteado alguna vez lo que se cuestiona en la obra, sembrando más de una duda en la mente de los asistentes.
TEXTO: Eric Assous
Fotos de Vicky Roig