REFUGIO

Miguel del Arco vuelve como autor y director con “REFUGIO”, centrando su atención en la importancia del lenguaje como medio de comunicación entre los humanos y nos muestra lo corrompida que está la palabra, sobre todo entre la clase política, que ha encontrado una vía para maquillar sus acciones y ofrecer un discurso estudiado, donde todo está ensayado y analizado al milímetro, para hacer un gran teatro y comunicar lo que se pretende, traicionando las creencias o valores propios con tal de permanecer en el puesto.

En el argumento del Arco parte de un núcleo perfecto como es la familia, para mostrarnos la falta de comunicación y entendimiento entre ellos, comenzando por el propio padre al que reprochan sus hijos su privilegiada forma de vida, precisamente gracias a la posición que ocupa su padre, o la madre cantante de ópera que ha perdido la voz y tampoco puede expresar su arte ni comunicar con su público.El hogar de esta familia, completamente expuesta por el acoso de los medios, es un universo cerrado de paredes transparentes, como muestra la escenografía de Paco Azorín, en cuyo interior la agresividad y los desprecios se cruzan a velocidad de vértigo, pareciendo que en cualquier momento el agobiante ambiente hará saltar por el aire los muros de contención de la casa con tanta rabia “embotellada” y a este “hogar” llega un refugiado, que no habla porque ni él ni nadie de la familia entiende el idioma del otro, con lo que es otro miembro más de esa torre de Babel, en la que las palabras no sirven para entenderse.

Contrastan especialmente las diferencias entre las escenas que ocurren dentro o fuera de la casa y al contrario de lo que sería de esperar, mientras dentro de la casa las situaciones son violentas y agresivas, las que suceden en el exterior respiran cierta calma, consiguiendo momentos tranquilos, trágicos y bellos plásticamente, incluso íntimos, especialmente con el refugiado, cuando todos se sinceran con él como no hacen con nadie de su familia, cuando cada uno habla de su historia o preocupación, sin tamiz quizá por saberse a salvo de juicios por la otra parte ya que no le entiende.En el reparto tenemos a un brillante Israel Elejalde (Suso, el político), con Beatriz Argüello (Amaya, su mujer), Carmen Arévalo (Alicia, madre de Amaya), Raúl Prieto (Farid, el refugiado), María Morales (Ana, la periodista y Sima, la mujer de Farid), Hugo de la Vega (Mario, el hijo) y Macarena Sanz (Lola, la hija), como siempre muy bien dirigidos por Del Arco, que cuenta de nuevo con su habitual colaborador Arnau Vila para poner la base musical al drama que se vive en escena.

Toda una mirada descarnada del director hacia esta sociedad en la que se ha perdido el gusto por la conversación, en la que prima el gritar por encima del otro, donde no existe el diálogo, donde no se escucha al interlocutor, donde cada uno vive la desconexión aislándose en su trabajo, en los videojuegos o chats, anulando la posibilidad de conexión con los demás y donde la hipocresía y la mentira se ha instaurado como una forma de sobrevivir y se actua de cara a la galería.La obra estará en el Teatro María Guerrero de Madrid hasta el 11 de Junio de 2017 y confiemos que haga gira o al menos vuelva en un futuro no muy lejano al Teatro Pavón para dar opción a quienes no hayan podido verla en esta ocasión.

TEXTO Y DIRECCIÓN: Miguel del Arco

El texto está publicado y a la venta de momento en el vestíbulo del teatro.

Para terminar un video promocional de la obra

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