MILOS FORMAN: Hair
Hasta que falleció en 2018, Milos Forman era una de los tres directores vivos que había dirigido dos películas ganadoras del Oscar a la Mejor película. Teniendo en cuenta que en su caso, también ganó en las dos ocasiones el de Mejor director, y que los otros dos directores son Francis Ford Coppola y Clint Eastwood, cuyas carreras son ampliamente más prolíficas, se puede entender el cuidado que puso en elegir sus proyectos y el elevado nivel de cada una de las ocho películas que filmó en Estado Unidos.
Milos Forman nació en Checoslovaquia en 1932. Su vida se desarrolló entre la opresión nazi, y al finalizar la guerra, la opresión del sistema comunista. En la ocupación alemana, durante la Segunda Guerra Mundial, perdió a sus padres, al ser estos luteranos, y ser el padre acusado de distribuir libros prohibidos por el nazismo. Tras la guerra, padeció la restricción de libertades impuesta por el régimen comunista. Esto modeló su carácter, y formó la constante temática más acusada del director, presente casi en todas sus películas: el individuo enfrentado al sistema, o a las convenciones sociales.
Otra de sus constantes, que fue asumiendo desde sus primeras películas en Checoslovaquia, fue una sutil visión humorística, no exenta de ironía, pero con la suficiente ternura como para tratar con cercanía cuestiones de un calado y un dramatismo profundo.
Ya en su primera película Checa (“Pedro, el negro”<“Cerný Petr”>, 1964) mostraba esa ternura al tratar a un joven que no podía rendir bien en su trabajo debido a su propia torpeza. Ese punto de vista llamó la atención de Carlo Ponti, que se ofreció a producir su tercera película fuera del control del estado checo. Esta terminó siendo “Al fuego bomberos” (“Horí, má panenko”, 1967), que en España hasta los años ochenta fue conocida como “El baile de los bomberos”.
La película trataba de una cena de jubilación dentro del parque de bomberos de una pequeña localidad checoslovaca. En un tono risible, pero cuidando mucho no cebarse en el patetismo de algunos personajes, se muestra una organización del evento que es un desastre; hay una rifa, pero se descubre que los premios están asignados con anterioridad; el discurso del jubilar esta marcadamente fuera de la realidad… La película fue en principio bien recibida como una comedia en Checoslovaquia, y en buena parte de Europa. Pero al año de su estreno se empezó a considerar como una crítica velada contra la el régimen comunista checoslovaco, y la película fue finalmente “prohibida para siempre” en el país. Forman siempre ha respondido lo mismo sobre ese tema. Cuando le preguntaban si él era un director transgresor que estaba haciendo una crítica feroz sobre el sistema político checo, siempre contestaba que sí, que esa era su intención, y que hacían bien en interpretar la película de ese modo, para inmediatamente decir que en realidad él lo que estaba contando era un baile de jubilación de unos bomberos, y ya está.
Sea como fuere, la situación creada por la invasión Soviética de Checoslovaquia en agosto de 1968, invitó a Milos Forman a declararse exiliado en París, y más tarde aceptar el ofrecimiento para ser profesor de cine en la Universidad de Columbia y codirector de la división de cine de dicha Universidad. Estos cargos los mantuvo a lo largo de su vida, lo que le permitió escoger los proyectos cinematográficos que más le interesaban sin estar pendiente de necesidades económicas. Además, como profesor de la Universidad trabó amistad con diversas personalidades del cine, como Nicholas Ray, profesor también en esa época, o Mike Nichols; o tuvo protegidos o discípulos más jóvenes, como James Mangold, o Edward Norton. De hecho, Nicholas Ray participaría como actor en “Hair” (1979), y el propio Forman aparecería como actor en la película de Nichols “Se acabó el pastel” (“Heartburnt”, 1986) y en la de Edward Norton “Más que amigos” (“Keeping th Faith”, 2000).
Su carrera cinematográfica americana comienza con una comedia amable pero crítica con la situación de la juventud americana en el inicio de los años setenta (“Juventud sin esperanza” <”Taking Off”>, 1971), dando paso a películas muy sólidas y brillantes, en donde se va plasmando esa idea del individuo defendiendo sus ideas ante la opresión que pueda ejercer el sistema, las convenciones sociales, o la presión de las costumbres establecidas. Tras “el cuco” llegó “Hair”, después años de negociaciones. Es la película musical analizada en el artículo de fondo, que en manos de Forman más allá de reflejar una época, y la ética y estética hippie, se convierte también en una reivindicación de la libertad de expresión del individuo. Así, de “Alguien voló sobre el nido del cuco” (“One Flew Over the Cuckoo’s Nest”, 1975), el propio director defiende que entendió perfectamente el argumento, que parecía ser muy americano, porque para él la enfermera Ratcher era el estado Checoslovaco, diciéndole qué puede o no puede hacer, o qué le estaba permitido pensar, o si podía existir o no. En este caso, es el personaje interpretado por Jack Nicholson el que se enfrenta al statu quo establecido, primero contra el sistema legal en general, y después dentro del microcosmos de la institución médica donde es internado. La película consiguió los cinco premios Oscar principales (película, dirección, guion, actor y actriz), algo que no pasaba desde “Sucedió una noche” (“It Happened One Night”), de 1934, y que sólo ha vuelto a pasar una vez más hasta ahora, en 1991, con la inquietante “El silencio de los corderos” (“The Silence of the Lambs”).Inmediatamente después, Forman comenzó la preparación de “Ragtime” (1981), contando con buena parte del equipo que tuvo en “Hair”. Aunque es una película coral, con varias historias entrecruzadas, la narración principal se centra en un músico negro enfrentado a un pequeño incidente, que se convierte en un enfrentamiento contra todo el establishment social y político de la época. La película supuso el abandono del retiro de James Cagney, tras 20 años de su jubilación. La personalidad y la caballerosidad de Cagney impresionaron sobre manera a Milos Forman, que contaba con admiración como, en la primera entrevista con Cagney en su apartamento neoyorquino, el actor le recibió, y antes, que nada, le ofreció un presente que tenía reservado para él. Era un cartel original del montaje de “Hair”.
Después vendrían películas claramente centradas en la acusada personalidad o creatividad de los protagonistas, y su necesidad de libertad de expresarse, fuera de los límites que los encorsetan: la aclamada y multipremiada “Amadeus” (1984), película fascinante, basada en una obra previa de Peter Shaffer sobre Mozart, su genial proceso creativo y el supuesto enfrentamiento con Salieri; “El escándalo Larry Flint” (“The People vs. Larry Flynt”, 1996), que lejos de caer en aspectos escabrosos, se concentra en la lucha por la libertad de expresión a través de la vida del pornógrafo editor de Hustler; “Man on the moon” (1999), centrada en la vida del cómico Andy Kaufman, y su necesidad de transgredir todos los límites creativos de su época, y que contiene una de las más brillantes y conmovedoras actuaciones del a menudo inaguantable Jim Carrey; “Los fantasmas de Goya” (“Goya’s Ghosts”, 2006), mostrando al genial pintor español enfrentado a la Inquisición y a la corona.
Todas ellas (junto con “Valmont” -1989-) películas de muy alto nivel, de visión más que recomendable y que convierten a Milos Forman en uno de los directores fundamentales del último tercio del siglo XX. En estas películas, las interpretaciones contenidas han mostrado a menudo el máximo nivel profesional alcanzado por distintos actores y actrices a lo largo de su carrera, facilitando en ocasiones el acceso a premios de reconocido prestigio.
Su musical: HAIR