El teatro kabuki japonés
Cuando pensamos en las artes tradicionales de Japón, una de las primeras cosas que nos vienen a la cabeza (tras las geishas y la ceremonia del té) es el Kabuki. Sin embargo todas esas manifestaciones culturales son bastante desconocidas en general para este lado del planeta, y tienen a mezclarse conceptos o a tener ideas preconcebidas que, hay que admitir, suelen antojársenos incomprensibles o inaccesibles.
¿Pero qué es el Kabuki? Pues nada más y nada menos que una de las tres formas de teatro clásico japonés, consideradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Existen varias teorías para el origen de la palabra Kabuki (歌舞伎), siendo la más aceptada la que traduce sus ideogramas literalmente como “el arte de cantar y bailar”. Eso suena a teatro musical, ¿verdad? Muy propio para Love4Musicals. Pero no, no es exactamente eso, aunque entre las técnicas y destrezas empleadas en el kabuki suelen incluirse interpretaciones con instrumentos musicales tradicionales en directo o números de danza, siendo una de sus características más emblemáticas el que todos los papeles son interpretados por hombres, aunque en sus comienzos era justo al contrario: todos los papeles eran encarnados por mujeres.
Los orígenes se parecen remontarse a comienzos de nuestro siglo XVII, en pleno período japonés Edo, considerándose a Izumo no Okuni la mujer que inició esta forma de arte. Alcanzó su máximo esplendor en la llamada época de la cultura Genraku, casi un siglo más tarde, marcada por el florecimiento de las artes y espectáculos populares, así como de las actividades del ocio y placer, los negocios de mala reputación y la vida bohemia. Ya para entonces había pasado a ser exclusivamente masculino. Todo esto nos podría recordar un poco a nuestro Renacimiento, y si lo sacamos de contexto no es difícil imaginarnos esos corrales de comedias en las afueras de las grandes urbes, rodeados de tabernas y prostíbulos, teatros como el Globe de Shakespeare, con sus cánticos, historias de reyes, y damiselas interpretadas por hombres.
Sin embargo, sus particularidades y su trasfondo cultural lo hacen único. No haré un tratado de Kabuki en profundidad, porque es un tema amplísimo y para ello hay expertos en el tema, y probablemente yo no haga más que equivocarme, pero para entenderlo un poco haré una descripción general de algunos de sus elementos principales.
El aragoto recoge probablemente la esencia del Kabuki y es lo que puede resultarnos más reconocible. Consiste en un estilo interpretativo que describen como poderoso y majestuoso, marcado por discursos, poses y gestos exagerados que definen al personaje. Los actores que encarnan este tipo de personajes a menudo lucen también maquillajes muy aparatosos llamados kumadori. Las técnicas de kumadori marcan o transforman facciones según se representen animales, personajes mitológicos, alegóricos, malvados, heroicos, etc, siendo muy importante el empleo del color para representarlos. Por ejemplo, una de las reglas del kabuki marca al villano con líneas de tonalidades azules, o al héroe con líneas rojas. El wagoto, al contrario que el aragoto, es un estilo interpretativo realista y más delicado, que suele ir acompañado de ropajes o maquillajes mucho menos llamativos. Dentro de una misma obra pueden darse ambos estilos, según el personaje y el papel que desempeñen en la misma.
estatua de Ichikawa Danjūrō IX en Tokio representando su papel más emblemático en la pieza clásica Shibaraku
Otro de los elementos más reconocibles son las escenas de lucha. Para la representación de estas escenas se despliegan una serie de técnicas llamadas tachimawari, que recogen bellos y precisos movimientos y distintas poses, cada una de ellas con su nombre propio, casi como los pasos de baile en una coreografía. Las escenas de lucha son casi ineludibles en cualquier relato que se precie en la tradición japonesa, y a todos nos vienen a la mente las elaboradas luchas de las películas clásicas de samuráis por poner un ejemplo.
La escenografía también contiene una serie de ingredientes propios presentes en todos los teatros dedicados al Kabuki, y desde sus primeras épocas están equipados con diferentes estancias, niveles, zonas rotatorias y sofisticados mecanismos de trampillas y componentes móviles destinados a dar fluidez a la historia y a los diferentes decorados, así como crear efectos visuales o incorporar elementos mágicos. Destaca la presencia de las pasarelas hanamichi, que extienden el ya de por sí amplio escenario adentrándose entre el público, y los grandes telones llamados joshiki-maku, que se abren y cierran de lado a lado, y que están a menudo decorados con anchas franjas con los colores representativos del kabuki.
En cuanto a los actores, se suelen especializar en un cierto tipo de papeles, ya sean jóvenes héroes, villanos o divinidades, todos ellos muy aclamados, pero son los onnagata (hombres especializados en roles femeninos) los que atraen una buena ración de interés debido a la complejidad de su transformación y las dificultades de su aprendizaje.
Este adiestramiento en el kabuki empieza a temprana edad, y normalmente los grandes intérpretes pertenecen a estirpes que heredan su nombre artístico de generación en generación, en algunos casos desde hace más de trescientos años hasta nuestros días. Estas dinastías gozan de gran prestigio social, y en la época moderna sus miembros son afamadas personalidades que también combinan su trabajo en el kabuki con otro tipo de actividades actorales, tales como series y películas convencionales. Uno de los más populares, Ichikawa Ebizō XI, cara muy conocida del cine y la televisión japoneses, realiza hoy día un gran trabajo en la divulgación del Kabuki, tratando de que las nuevas generaciones del país lo mantengan vivo y de que la gente de otros países le pierda el “miedo” a acercarse a un arte tan ancestral que podría creer incomprensible. ¿Pero acaso lo es?
En otro artículo titulado “EL TEATRO KABUKI-ZA DE TOKIO Y LA CAIDA DEL CASTILLO DE OSAKA” hablo de nuestra experiencia personal con el teatro Kabuki.
Lo poco que sabía del kabuki (después de leer esto se un poquito más) fue por aquel dorama titulado Pin to Kona y me dejó impresionada. No me importaría asistir a una representación porque, aunque no me enterara de mucho (por no decir de nada jeje) creo que es tan vistoso que merecería la pena.
Ya sabes que a mí me pasó algo por el estilo. Sabía un poco sobre el tema, pero no mucho, y en parte esa serie contribuyó a animarme a verlo. Desde una serie para adolescentes, con un argumento más simple que un folio y romances de instituto, logran un fantástico acercamiento al tema que resulta razonablemente atractivo. Ahora me apetece verlo otra vez.
Esto lo estudie el año pasado en la escuela, en clase de cultura japonesa, nos contaron que había varios tipos de obras kabuki, y lo único que saqué en claro es que uno de ellos era una coñazo, así hablando en plata. Uno en el que caminaban despacito y era todo “muy demasiado sobreactuado y exagerado” para mi gusto. De eso que decías “como puede tardar tanto en caminar de un punto al otro del escenario? se está recreando!!” jajaja Pero hay otro tipo de obras mucho más amenas y también más entendibles por las personas no muy metidas en el tema, porque por lo visto hasta para los japoneses les resulta complicado entender todo lo que pasa en el escenario.
Bueno, ya voy a acabar de quedar como una paleta que no aprecia el kabuki y voy a añadir una tontería más. Hay que ir a ver una obra musical de takarazuka, eso tiene que ser muy absurdo y sobre todo ¡muy kitsch! Te lo dejo como deberes para otra vez que vayas a Japón. Y haces un post sobre eso, que seguro que tiene miga. 😉